Cuando se habla de la independencia de Centroamérica, los nombres que suelen figurar principalmente son los de próceres varones. Sin embargo, la historia también se escribió en esos territorios que eran dominio femenino en la época: cocinas, patios y en espacios privados que se transformaron en trincheras de resistencia. Una de las figuras más destacadas en Nicaragua fue Josefa Chamorro, mujer granadina cuya participación fue decisiva en las insurrecciones de 1811 y 1812, pero que la historia oficial ha mantenido en un discreto segundo plano.
Nacida en Granada, Nicaragua a finales del siglo XVIII, Josefa Chamorro —también conocida como Chepa Chamorro— pertenecía a una familia influyente y adinerada. Era hija de Diego de Chamorro de Sotomayor y de Rafaela Occonor y Salafranca, y a través de su linaje se vinculaba con los círculos de poder de la ciudad. Ese contexto privilegiado le dio acceso a recursos que luego pondría al servicio de la causa independentista.
Durante la insurrección de Granada, que inició el 22 de diciembre de 1811 como parte de las revueltas que sacudieron la región tras el levantamiento de San Salvador, su casa se convirtió en un verdadero cuartel. Allí se almacenaban sacos de pólvora y metralla, se planificaban reuniones políticas y se refugiaban caudillos insurgentes. Además, Josefa proveyó alimentos a los combatientes y utilizó su posición para facilitar la logística de la resistencia. Su papel no fue secundario: fue parte de la infraestructura que sostuvo a los rebeldes durante los meses más intensos de lucha hasta abril de 1812.

La respuesta de las autoridades coloniales no tardó en llegar. Josefa fue arrestada, sus bienes confiscados y su nombre señalado por colaborar activamente con la rebelión. Sin embargo, a diferencia de los varones que firmaron actas o encabezaron combates, su memoria quedó reducida a la tradición oral y a menciones fragmentarias en documentos locales. Falleció en Granada el 30 de mayo de 1843, y aunque su entierro fue concurrido por diversos sectores de la sociedad, su nombre fue relegado en los registros oficiales.
Hoy, su recuerdo permanece grabado en una plancha de mármol en el obelisco de la Plazuela de los Leones, en Granada, y en poemas como el soneto que le dedicó Enrique Fernández Morales en 1960. Sin embargo, su reconocimiento no se compara al de otros personajes masculinos de la independencia. Este contraste ilustra un patrón más amplio: la invisibilización de las mujeres en la gesta emancipadora centroamericana.

Al igual que Chamorro en Nicaragua, María Dolores Bedoya en Guatemala, las hermanas Miranda en El Salvador o Francisca “Pancha” Carrasco en Costa Rica fueron protagonistas de primera línea, pero la narrativa patriótica las redujo a figuras secundarias o anecdóticas. Esto se debe en parte a los prejuicios de género de la época, que consideraban a las mujeres ajenas a la política, y en parte a la construcción posterior de una historiografía que priorizó el protagonismo masculino.
Reivindicar a Josefa Chamorro y a tantas otras mujeres no es solo un acto de justicia histórica, sino también un recordatorio de que la independencia fue una empresa colectiva. La libertad de Centroamérica no se conquistó únicamente en los salones de los cabildos, sino también en los hogares convertidos en refugios, en las calles recorridas por mujeres que portaban mensajes o banderas, y en la resistencia silenciosa de quienes arriesgaron todo para sembrar un futuro distinto.
Hoy, más de dos siglos después, rescatar la memoria de Josefa Chamorro es reconocer que las mujeres también fueron arquitectas de la independencia. Y que sin ellas, la historia de nuestra región estaría incompleta.
Fuentes de apoyo a este artículo
- Wikipedia. Josefa Chamorro
- EcuRed. Josefa Chamorro
- La Verdad Nica. Dr. Rodolfo Sandino Argüello reconoce méritos del arquitecto Fernando López y habla sobre la patricia granadina Josefa Chamorro
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